Algunos sectores parecen condenados a contar con empleados que trabajan en el sector como si fuera algo temporal. La hostelería es uno de esos sectores en los que, la mayoría de empelados, trabajan como si no tuvieran otra alternativa en ese momento. Decir “como si” es debido a que muchos, finalmente pasan media vida trabajando en la barra de un bar, aspirando a más, pero quedándose en menos. Como si, trabajar de camarero, pinche o ayudante de cocina, fuera algo decadente o denigrante.
La impresión que tiene la sociedad es que los trabajos en el sector de la hostelería y la restauración, son temporales, para gente joven que compatibiliza estudios o adultos con familia que no saben hacer otra cosa porque empezaron de camareros y, de camareros se quedaron. Sin embargo, hace unos lustros, ser camarero estaba muy bien visto puesto que tenían sueldos bastante elevados. En contra, las largas jornadas de trabajo, el poco descanso y que, en muchos casos, eran trabajos por temporada.
Todo cambia y la restauración exige un cambio al mismo tiempo que evolucionan todos los sectores. Si bien es cierto que se trata de un sector que no decae y se mantiene vivo, su evolución no se ha centrado en ningún momento en el sentido de la formación. SMQuatro como experta en gestión de personal del gremio, advierte de esa necesidad que reclama el sector respecto a la profesionalización del mismo. De esa manera, se solventan problemas como la rotación del personal, la mala praxis y el intrusismo, tan vilipendiado en otras profesiones y tan naturalizado en esta.
Ser camarero, metre, pinche o cocinero, es tan digno como ser secretaria, auxiliar de clínica o jefe de equipo. Si en otros sectores esta mal visto contratar personal no cualificado, en este, debería ser igual. Que el camarero que te atienda en la mesa o la barra sepa como hacer su trabajo es positivo para todos. El empleado se sentirá mejor porque sabe como hacer su trabajo y el cliente, sentirá que le atiende un profesional.
Esta muy bien dar oportunidades. La hostelería siempre lo ha hecho y lo seguirá haciendo. Si sabe combinar bien formación y empleo, contará con equipos de trabajo mucho más eficientes, eficaces y satisfechos. Debemos dejar de pensar en la hostelería como una inversión y un trabajo temporal para poder optar a otro mejor. Algo que en realidad esta muy bien pero que debe cambiar.
Parece que en el sector de la restauración cabe todo. No debería ser así, razón por la que todos los interesados apelan a que la profesionalización sea un hecho y los empleados dispongan de la formación adecuada. De hecho, escuelas de hostelería hay más de una y la formación como profesional, existe. Otra cuestión es que los empresarios hagan la vista gorda o no crean necesario que sus empleados cuenten con cierta formación.
Formación en el sector, factor clave para añadir valor a la profesión.
Sabiendo con seguridad que la hostelería es uno de los motores de la economía del país, resulta interesante comprobar que la formación sigue siendo una asignatura pendiente en España. Los esfuerzos realizados para profesionalizar este sector tan relevante, no solo se quedan cortos, no llegan a ningún sitio. Máxime, cuando tenemos en cuenta que somos el segundo país con mayor índice turístico del mundo y que, en ese sentido, la hostelería, es la clave del éxito.
Desde la pandemia, el sector ha pasado mil peripecias. Siendo como ha sido, uno de los sectores más sensibles ante las diferentes crisis que pueda padecer un país y sobreviviendo de mala manera, durante lo que duró la crisis sanitaria y la consiguiente crisis económica, hay que replantear la situación interna.
Factores que no se han tenido en cuenta como la perdida de trabajo y los consiguientes ERTEs que el Gobierno impuso como medida para las empresas y trabajadores en general, la regularización del empleo debería atajarse de otra manera.
De hecho, los mismos ERTEs, propiciaron situaciones como la de no querer reincorporarse al puesto de trabajo por se sus prestaciones de igual o mayor cuantía que el propio sueldo. Este hecho, según los profesionales del sector, es consecuencia directa de que no se trate de un sector profesionalizado como debiera. En ese sentido, ni empresarios ni empleados, valoran su oficio lo suficiente como para respetarlo.
No se pretende generalizar, pues existen muchos profesionales dentro de la restauración, sea por formación o por vocación y autoaprendizaje. Pero la realidad, es que faltan camareros profesionales. Salarios bajos, condiciones laborales bastante precarias, falta de profesionalización y formación, no son mas que partes de un todo que da como resultado, la falta de profesionales con ánimo de mantenerse en un sector tan vivo como la hostelería.
La estacionalización a la que se deben muchos negocios del sector, sobre todo los que se ubican en zonas de turismo estacional, como la costa, es uno de los mayores retos a los que se enfrenta continuamente la restauración. Cabe señalar que antes de la pandemia, la falta de profesionalización no era tan patente, la mano de obra no faltaba aunque no se tratara de personal con vocación. Sin embargo, tras la pandemia y todas sus consecuencias, la hostelería se ha visto gravemente dañada y los retos que ha tenido que superar, han sido todavía más complicados.
Siendo los empresarios los que han tenido que verse en la obligación de hacer recortes, cerrar sus negocios o entramparse para poder mantenerse, junto la caída en picado del turismo y la lenta recuperación generalizada, los empleados no podían ni sugerir la necesidad de un aumento de sueldo. Todo esto, ha culminado en una rotación de personal excesiva. Algo que hace flaco favor a los negocios.
Potenciar esa profesionalización de la restauración, es uno de los objetivos principales por los que apuesta el sector. Fomentando la formación de los trabajadores, se logrará conseguir un sector fuerte y de calidad. Si unimos vocación y formación, el resultado que se obtiene, se llama excelencia. Eso es lo que debe primar por encima de los precios más o menos bajos: ofrecer un servicio de calidad a los clientes.
Profesionalización igual menos rotación
Cualquier profesión, requiere de unos conocimientos sobre el trabajo a realizar. No se puede concebir un periodista que no sepa como redactar una noticia, ni un médico que no conozca los síntomas para diagnosticar una enfermedad. Tampoco nos encaja un profesor de autoescuela que no sepa conducir ciertos vehículos o un abogado que desconozca las leyes. Cada profesión tiene su bagaje y requiere de su conocimiento.
En la hostelería no debería ser menos. No se trata de comparar profesiones, claro está. Solo de entender la situación. Aunque muchos oficios se aprenden de la práctica, la formación básica es fundamental y necesaria. No solo beneficia al negocio, también es algo favorable a nivel individual para los propios trabajadores. Profesionalizar el sector a través de programas de formación adecuados y adaptados, conlleva una serie de ventajas a considerar.
Para un trabajador, saber desempeñar sus funciones con corrección y eficacia, mejora notablemente su autoestima, aumenta su motivación y se muestra más implicado en la empresa. Un trabajador contento, es un empleado fiel.
La empresa va a recoger también sus frutos, puesto que, de esos beneficios personales, se saca un aumento de productividad, una mejora en la calidad de los servicios prestados, se disminuye la rotación de los empleados, se fideliza el cliente que se siente bien atendido y satisfecho y, por lo tanto, se produce un incremento en las ventas.
Dado que todo esta interconectado, el sector en general se va a ver ampliamente beneficiado por factores como el fortalecimiento del sector, un incremento de la competitividad respecto a otros mercados, puede ofrecerse mayor calidad a mejores precios, se mejora la capacidad de respuesta frente a momentos de crisis e imprevistos y se reduce la citada tasa de rotación y el consiguiente desempleo en el sector.
Apostar por la profesionalización del sector, es la asignatura pendiente de la hostelería española. Algo por lo que el sector lucha desde hace años y que poco a poco, esta siendo tenido en cuenta. Empiezan a propulsarse medidas y crear planes de formación específicos para fomentar la profesionalización.
Siendo esta la medida esencial a determinar y afrontar, cabe añadir que, será necesaria la implementación de otra serie de medidas para consolidar el sector y solucionar los problemas a los que se enfrenta. Revisar los convenios actuales vigentes y procurar un diálogo productivo por parte de todas las partes implicadas, son cuestiones, todavía pendientes de resolver.
Sin embargo, los beneficios que supone alcanzar la verdadera profesionalización dentro de la restauración, son incontables. La urgencia de alcanzar estos objetivos, no se debe, ni se puede obviar. Es el momento de que todos los implicados en el sector, sumen sus esfuerzos y pongan su empelo en otorgar a la hostelería, el reconocimiento que se merece, pues de su mano, camina una rama tan considerada en el sector: la gastronomía de la que nuestra patria, se siente tan orgullosa. Restauración y gastronomía, son vitales para nuestro país, es momento de concederle el merito que merece, profesionalizando el sector.