Cuando tienes un hijo que juega al fútbol tienes que ir acostumbrándote a los madrugones y a los sacrificios para que pueda ir a entrenar y a jugar con su equipo de fútbol. Es el caso de mi hijo Pablo, que con 10 años juega en el UD Sur, el equipo del barrio. Lo ha cogido con mucha ilusión y no le puede decir que no, aunque llevo fatal lo de acompañarle a los partidos. Afortunadamente siempre busco el lado bueno de todas las cosas, y aquí también lo he encontrado.
Cada vez que tenemos que ir a un pueblo a jugar, intento que posteriormente nos quedemos a comer en algún bar típico de esa localidad. Así podemos disfrutar toda la familia. Y esto es lo que hice en el último partido de Liga. Nos tocó jugar en Matapozuelos, una población cercana a Valladolid, a unos 30 kilómetros, y que en su día fue famosa por albergar un zoo pero que ahora lo es más por ser toda una villa gastronómica.
El partido acabó a las 12 horas. Y todo salió a pedir de boca porque mi hijo ganó y anotó dos goles. Está claro que el estreno de las botas compradas en la web de Marians Sport le dieron suerte. Incluso estaban personalizadas con su nombre. Orgullo de madre que fue a mi banda a dedicarme los dos tantos. Así que después del fútbol llegó el momento de la jala. La verdad es que nos sorprendió mucho porque este pueblo tiene muchos bares, que llegáramos a contar, siete. Aunque me dijeron que hace unos años llegó a ver hasta 10.
La ruta la comenzamos en el Bar La Gramola, donde nos tomamos una excelente tosta de anchoas con queso. EL dueño era muy majo y además nos recomendó que fuéramos en fiestas, ya que suele ir mucha gente y hay mucho ambiente. Son para el 21 de julio. Seguro que volvemos. Luego fuimos al Restaurante Tus Ojos, que anteriormente era Pub pero ahora sea reinventando en un exquisito sitio para comer. Allí nos pusieron un canapé bastante elaborado con pluma de cerdo y una crema muy rica.
Pueblo con estrella Michelín
Como no, no podía faltar la visita a la famosa Botica, un restaurante con estrella Michelín. Su dueño, Miguel Ángel, es todo un fenómeno de la comida moderna. Nos encantó todo lo que nos pusieron de raciones, pero está claro que a este sitio hay que ir a comer un día con tranquilidad, porque su comida con inspiración en pinares de Castilla es de 10. Finalmente acudimos al Mesón de Pedro, famoso por sus pinchos de lechazo. Allí es donde terminamos la ruta con un riquísimo pincho. Además nos comimos una croqueta casera muy rica. También es famoso su conejo al ajillo, aunque la verdad es que ya no nos entraba más.
El viaje le terminamos con un café en el bar Liencero y con una copa. Eso sí, para estos viajes lo mejor es que se vaya con alguien que no beba, para no tener problemas en la carretera. Como puedes ver, esta es la mejor manera de unir el deporte de tu hijo con la vida de ocio con tu familia. Esta temporada ya tengo marcados en el calendario más partidos para hacer esta ruta gastronómica. Mientras tanto que Pablo siga marcando goles con sus botas nuevas.