Mi hermano Miguel se nos ha echado novia. Y ha apuntado lejos, en concreto hasta Japón. A conocido a una japonesa, de Tokyo, que se llama Kiora. Ya llevan seis meses juntos, y si algo me gusta de ello, además de verles felices, es que es un gran cocinera. Así que no falta la comida japonesa, con lo fanático que yo soy. La semana pasada nos invitó a su casa a cenar, y la verdad es que me encantó. Se nota que conoce la auténtica cocina nipona.
Os cuento lo que nos puso. De primero unos entrantes que se llaman Gyoza, que son empanadillas japonesas. Son rellenas de carne de cerdo, col, cebollino, jengibre, ajo y un montón de cosas más. Mi mujer se atrevió a pedirla la receta, porque mi cuñada nos dijo que era un plato muy sencillo para hacer y comenzar en la cocina japonesa. Luego llegaron los Yakitori (brochetas de pollo). Se recomiendan comer con salsa yakitori, que consiste en mezclar la salsa de soja, el azúcar y el mirin. Luego hervir un minuto para que se evapore el alcohol. La cena continuó con un plato muy tradicional, Tonkatsu, que es cerdo. Hoy en día se sirve con arroz y sopa de miso, al más puro estilo washoku (comida tradicional japonesa), y se come con palillos. La verdad es que fue un espectáculo vernos comerlo con palillos.
Ahora bien, en la bebida no nos la jugamos. Lo comimos todo con un buen Ribera de Duero, y es que en esto de los vinos, Japón todavía no anda muy fino.
Seguro que estáis echando de menos el sushi. Sin duda el rey de la gastronomía japonesa, la forma de comer más sana. Sin embargo, esta noche no hubo, porque la emplacé a hacer otra cena en mi casa, pero en esta ocasión, mi cuñada nos tendría que hacer muchas, pero muchas, recetas de sushi. Será una cena temática. Aún no hemos fijado fecha, pero seguro que la hacemos coincidiendo con las vacaciones de verano.
Cena con sorpresa
Eso sí, casi ni llegó a la cena. Ya sabes que Murphy siempre anda presente. Y el día de la cena, cuando fuimos a sacar el coche del garaje, el mando no iba. Así que tuvimos que esperar a que llegara un vecino y nos abriera, pues no tiene apertura manual. La cara de mi mujer era un poema pensando que llegaríamos tarde. Menos mal que hay confianza, aunque sí es cierto que en la cultura japonesa llegar tarde es sinónimo de muy muy mala educación. Mi mujer me ordenó ir al día siguiente entrar en la web de Mandobox, que son especialistas en mandos a distancia de garajes para que no me volviera a pasar. Y es que, no la gustó nada hacer el ridículo llegando casi media hora tarde. Menos mal que Kiora es un sol y le dio importancia. Mientras llegábamos, fue contando cosillas sobre su otra pasión: los jardines japoneses.
Así fue nuestra cena japonesa. La verdad es que es una gozada comprobar cómo no tiene nada que ver lo que puedes comer en restaurantes o en supermercados a la comida elaborada por una japonesa. ¿Te animas a hacer tú algún plato?